A càrrec de l’Editorial Imperdible.
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El Straight Edge ha resistido a lo largo de las últimas décadas como una cultura hardcore punk libre de drogas. Sin embargo, su legado político permanece a menudo ambiguamente asociado con una soberbia postura machista autorreferencial y con un puritanismo conservador. A pesar de que algunos elementos de la cultura Straight Edge se alimentan de tal percepción, la historia política del movimiento es de lejos mucho más compleja. Desde los orígenes del Straight Edge en Washington D.C. a inicios de los años 80, individualidades, bandas y escenas enteras a lo largo del mundo lo ha vinculado al pensamiento y al compromiso radical. Una vida sobria para la revolución traza esta historia.
Esto incluye contribuciones –en la forma de profundas entrevistas, ensayos y manifiestos– de un gran número de artistas y activistas con vínculo con el Straight Edge, desde Ian MacKaye (Minor Threat/Fugazi) a Dennis Lyxzén (Refused/The (International) Noise Conspiracy) u otras bandas musicales, hasta proyectos feministas (Emancypunx), activistas disidentes sexuales y de género, pasando por colectivos radicales como CrimethInc u otros dedicados tanto a una vida sobria como a la lucha por un mundo mejor.